Mi nombre es Ana Isabel Arévalo Matas.
Soy Maestra en la especialidad de Educación Infantil y Licenciada en Psicopedagogía.
Desde pequeña tuve muy claro que quería ser maestra, idea o vocación que quizá se me inculcó en casa, pero que dió sus frutos y aquí estoy…
Porque, aunque a mis veinticinco años, todavía no he tenido la oportunidad de trabajar en este ámbito, poco a poco voy descubriendo la magia de esta profesión y lo bonito de trabajar con personas, ayudándolas y formándolas, aunque también he comprendido lo complicado de esta labor, y que mucha gente desconoce, pues no sólo es cuidar y educar a niños sino que desde que llegamos al aula necesitamos estar al cien por cien para poder ofrecerles lo mejor de nosotros.
Y es que ¿quién de nosotros no se acuerda de su maestra de Infantil? ¿Quién no recuerda alguna frase o característica de alguno de sus maestros? Esta profesión requiere la entrega total de uno/a mismo/a, hay que darlo todo, es agotadora, pero a la vez la recompensa es inmensa y la estrecha relación que se crea es algo precioso.
Considero de suma importancia que recordemos nuestra época de estudiantes y nos planteemos interrogantes sobre los aspectos académicos, acerca de las personas, del ambiente, reflexionando sobre esos hechos, para comprender mejor algunas de las inquietudes de los alumnos (as) que ahora nos encontramos en nuestras aulas.
Y es que, ser docente, profesor o educador es ser una persona comprometida con la educación de los niños y niñas, conocer y entender las diferencias individuales de cada alumno, entregar valores, enseñarles a opinar con respeto, a reflexionar, a trabajar en equipo. Un docente debe creer plenamente en las capacidades de sus alumnos, jugársela por ellos e involucrar a las familias. Además debe dominar los contenidos, capacitarse, renovarse, manejar y dominar distintas estrategias en el aula, planificar sus clases, evaluar, guiar…
Ahora cuando me preguntan si quiero ser maestra, respondo convencida: ¡CLARO!, pues ¿en qué sitio, si no allí podría ver un desfile de moda a diario y aunque siempre me vista de la misma manera oír decir que mi vestido es bonito? ¿Dónde más podría guiar la escritura de las primeras letras de una manita que quizás algún día escriba un libro o un documento importante? ¿En qué otra parte olvidaría mis penas porque tengo que atender tantos arañazos, cocos y corazones afligidos? O ¿Dónde conservaría el alma tan joven sino en medio de un grupo cuya atención es tan efímera que siempre debo tener a mano una caja de sorpresas?